jueves, 6 de diciembre de 2012

Retales de un recuerdo.



No sabía qué hacer, andaba de un lado a otro frente a la puerta del desván, indeciso. La llave bailaba entre sus dedos, esperando si su destino sería abrir aquella puerta que Mike tenía delante. Decidido. Dio un paso al frente y abrió la carcomida puerta. Un fuerte olor a humedad acompañado de recuerdos le abofeteó la cara, recuerdos que hacían que el estómago se le encogiera a cada paso que daba hacia el interior.

Todo estaba perfectamente igual que el día en que la vieja puerta se cerró tras él, aquel día en que se prometió allí mismo que volvería en el momento en el que se encontrase preparado.
Mike ojeó la habitación, nostalgia, melancolía, tristeza, cariño, alegría, risas, recuerdos contradictorios que reportaban a una buena época.
Por fin lo vio, el viejo baúl donde sabía que los más preciosos tesoros albergaban en su interior. Rompió el oxidado candado y lo abrió, echó una mirada rápida en su interior, hasta que sus ojos encontraron aquello que andaba buscando.
La sacó, quitó el poco polvo que había acumulado tras el paso de los años y la observó. Insertó los brazos dentro de las mangas y la ajustó a su cuerpo, dio media vuelta y se miro en el polvoriento espejo de pie. Allí estaba él, Mike, con la vieja chupa de su abuelo sobre sus hombros. No pudo evitar sonreír al recordar a su abuelo con aquella maravilla tejida en cuero, ahora sobre sus hombros.

- Una parte de mí al fin está completa – se dijo a sí mismo.

Volvió al baúl y lo cerró, se quitó la chupa y la recogió en su brazo, dispuesto a salir y zanjar un pequeño asunto pendiente entre él y su pasado.

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