jueves, 11 de agosto de 2011

Esposas

Estaban en la habitación de él, acababan de llegar de dar una vuelta y tomar un helado. Él tenía calor y se quitó la camiseta, ella embobada y con cara picarona se le quedó mirando.

- No mires, me da vergüenza – dijo él.

- Como si no hubiese visto nada parecido – se levanta de la cama y se va hacia su bolso.

Mientras él hundía la cabeza dentro de su armario buscando una camiseta más fina que ponerse, ella fue por detrás, le pasó la mano por la cintura y cogió su mano llevándosela a la espalda, teniendo más control sobre él. Rápidamente le esposó una mano y luego la otra.

Antes de que él dijera nada, ella ya le había vendado los ojos con un pañuelo y tras el desconcierto del chico, ella reía por lo bajo, pasándole la lengua desde el hombro hasta el lóbulo de la oreja.

Poco a poco lo dirigió a la cama, lo sentó suavemente y cambió la posición de las manos, pasó de estar esposado de espaldas a estar esposado por delante. Se tumbó y ella se posó sobre él, con las manos sobre la cabeza. Ahora empezaban los juegos, empezaba una pequeña tortura erótico-festiva donde el ambiente empezaba a caldearse poco a poco. Ahora sí que hacía calor.

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